miércoles, 19 de agosto de 2009


La persona más imprevista

Mariano era leal en su trabajo, honesto y querido por sus vecinos.
Él era un hombre sano, pero periódicamente iba a hacerse un chequeo con su médico, el doctor Roberto Gómez.
En la última consulta, el médico le diagnosticó diabetes, entonces le indicó que no ingiriera nada dulce.
Mariano regresó a su casa y les contó a su mujer y asu hija lo sucedido. La esposa llamó a la mucama y le ordenó que preparara comida especial para él.
La mucama se fue a la cocina y dos horas después avisó que la cena estaba lista.
Mariano comió un bocado y no quiso más porque estaba disgustado por lo que le había sucedido.
Se dirigió a su recámara y se encerró.
Cuando terminaron de comer, la mujer subió al dormitorio y encontró a Mariano tirado en el piso. Desesperada comenzó a gritar y a pedir auxilio. La hija corrió hacia abajo y le pidió a la mucama que llamara una ambulancia. No tardó mucho en llegar.
El médico decidió trasladarlo al hospital.
Horas después la familia estaba en el hospital esperando el informe. El doctor llamó a la esposa y le dijo que Mariano había fallecido. Ella, llorando le preguntó de qué y él le respondió que no se sabía, que tenían que hacerle una autopsia.
Días después, el informe de la autopsia reveló que Mariano no sólo tenía diabetes, sino que se había encontrado ácido en la sangre.
El comisario Nicolás Rocas consideró que el caso era muy difícil de resolver y convocó a la inspectora Rocío Maturana.
La inspectora tenía 3 sospechosos: el médico, al que había visitado antes de la noche de su muerte, la mucama que había preparado la comida y la mujer, que estuvo con él en el último momento.
Ordenó un allanamiento del domicilio y encontró un frasco de ácido sulfúrico. Tomó las huellas digitales del envase. Descubrió que eran de la persona que menos esperaba, su propia hija. ¿Cuál sería el móvil?
Luego de un interrogatorio, la hija confesó que odiaba a su padre porque había abusado de ella y luego la había obligado a interrumpir el embarazo. La madre nunca se había enterado.
Rocío Maturana le dijo al comisario Nicolás Rocas: "La niña lo mató por odio. Para encontrar el motivo hay que buscar pistas en las cosas más pequeñas, como un frasco de veneno."

El robo del diamante

El Jefe de la Policía Bonaerense, Jorge Maldonado, estaba hablando mientras comía en un restaurant con uno de los oficiales, del caso del momento: "la desaparición del gran diamante". El jefe le dijo al oficial:

- ¡Es prácticamente imposible resolver el caso!

- Tendríamos que darlo por cerrado.

El detective Adrián Pautasi no pudo evitar escuchar la conversación y rápidamente intervino:

- No. No es imposible resolver el caso, en realidad nada es imposible... Déjeme que yo investigue.

- Está bien, pero no se olvide de que ya hicimos todas las investigaciones correspondientes y el culpable no aparece.

- Mire, tenga fe en mí, déme una semana, y si no encuentro al culpable, dé por cerrado el caso.

- Muy bien, le doy una semana de plazo. Si no lo descubre, se cerrará el caso.

Al día siguiente el detective le pidió al Jefe de la Policía que le diera todas las pistas reunidas hasta el momento. Las pistas eran:
El diamante desapareció el día jueves entre las 10.30 de la mañana y las 12.40. La dueña del diamante y de la casa donde se encontraba no estaba en el lugar cuando ocurrió el hecho. La mucama había salido a hacer las compras y el jardinero estaba arreglando el césped del parque.

La dueña de casa jamás almorzaba allí. Siempre se iba a las 9.15 de la mañana y volvía alrededor de las 16 hs.
El diamante se encontraba en una habitación sin ventanas y con una sola puerta inviolable por la que sólo la dueña podía entrar.

Reunidas todas las pistas, el detective comenzó la investigación.

Fue al lugar donde ocurrió el hecho, primero interrogó al jardinero y a la mucama, les preguntó dónde estaban el día del robo entre las 10.30 y las 12.40. Ambos respondieron lo que el detective ya sabía. Cuando le llegó el turno al chofer, Pautasi le dijo:
- Me imagino que usted estaba con la señora de la casa, dado que es el chofer y ella no saldría sin usted.
- Por supuesto, yo estaba con la señora.
- ¿Y a dónde fueron?
- Al salón de belleza. Fuimos a las 9 de la mañana porque la señora tenía que hacer varias cosas y decidió salir temprano. A las 11.30 salió del salón y la llevé a almorzar a la casa de una amiga, partimos de allí a las 12.45, hizo unos trámites y compras y regresamos a las 16 hs. como todos los días.
El testimonio del chofer coincidía con el de la dueña de la joya.
Adrián Pautasi interrogó a los vecinos y comerciantes del barrio, quienes confirmaron las declaraciones de la mucama y el jardinero. Comprobó luego que efectivamente la señora había estado en el salón de belleza y la amiga corroboró que habían almorzado juntas.
Quedaban sólo cinco días para resolver el caso y el detective volvió al lugar del hecho y le preguntó a la señora cómo era posible que con una joya de semejante valor en su casa, no tuviera custodia ni alarma. La mujer le respondió que no le gustaba tener gente extraña vigilando su casa y que la alarma de nada servía si se cortaba la luz, por lo cuál sólo tenía cámaras de seguridad. Entonces el detective le pidió las grabaciones de los últimos quince días y ella se las dio.
Ya en su casa, Pautasi se puso a revisar detenidamente todas las grabaciones, una por una. Eso le llevó todo un día; ahora sólo le quedaban tres, y el culpable no aparecía. De repente recordó que no había preguntado en el salón de belleza a qué hora había salido. Regresó al lugar y le dijeron que la señora se había retirado a las 10.30 hs. Comenzó a preguntarse "¿Por qué me mentiría la dueña?" "¿Por qué me dio las grabaciones sabiendo que podrían comprometerla?"¿Por qué tendría un diamante valiosísimo en su casa y no guardado en una caja de seguridad?" Así pasó otro día, quedaban solamente dos para resolver el caso.
Finalmente decidió ir hasta el Departamento de Policía. Buscó a Maldonado y le preguntó cuánto valía el diamante y si estaba asegurado. El Jefe le respondió que estaba valuado en dos millones de dólares y asegurado por un millón y medio.
El detective volvió a su casa y comenzó a pensar quién podría ser el culpable si nadie podía entrar, si había cámaras de seguridad y en ellas no se detectaba nada extraño. Casi resignado volvió a mirar las grabaciones y descubrió que en ellas, el día señalado como el del hecho estaba nublado, y si él mal no recordaba, ése había sido un día estupendo. Aquellas grabaciones no eran de los últimos quince días, ¡eran grabaciones viejas!
Sólo quedaba un día cuando el Jefe de Policía llamó preguntando si había resuelto el caso, porque de lo contrario se cerraría al día siguiente, y Adrián Pautasi contestó:
-¡Sí, lo resolví!
- Está bien, ¿quién es el culpable?
- La propia dueña del diamante. Dijo que había estado en el salón de belleza, y estuvo, pero no a la hora que ella dijo, sino que salió una hora antes. También me dio grabaciones viejas para que yo no me diera cuenta de cuándo lo sacó ni dónde lo ocultó.
- ¿Y para qué querría robarse ella misma?
- Ella sabía que si desaparecía el diamante iba a cobrar el seguro. Su chofer es cómplice porque es su amante e iban a disfrutar juntos del dinero, conservando también la joya.
- Muy bien, señor detective, lo felicito, resolvió el caso.

Fabiola Poustis - 2º 5ª